
1986 / «Dibujar me salvó del aburrimiento durante la infancia». Pablo Carbonell suele explicar en las entrevistas cómo el dibujo llegó a su vida antes, incluso, que la música. En todo caso, queda claro que su vocación artística desbordaba la división entre disciplinas. Fue actor, fundó los Toreros Muertos y más tarde ha ido haciendo un poco de todo. Sobretodo de showman, de reportero medio loco y de profesional del cameo. También ha hecho (y muchos lo desconocen) los diseños de todas las portadas y libretos de los Toreros Muertos, empezando por aquel 30 años de éxitos de 1986.
Aquella portada muestra una especie de procesión de personajes estrambóticos guiados por un borracho y su libreta. Una buena metáfora de la que han sido los Toreros muertos. Las ilustraciones interiores que hizo el propio Pablo también son preciosas. Un perfecto envoltorio para temas como Mi agüita amarilla o Yo no me llamo Javier, que marcaban una línia algo excéntrica (y humorística) dentro de la Movida.
«Creo que ahora ya me he convertido en uno de mis propios dibujitos». Es otra de las frases habituales del cantante. Quizás sea por eso que la gente nunca se ha tomado muy en serio el legado que dejan los Toreros. Y que Pablo no haya explotado demasiado su vena dibujante, pese a que en alguna entrevista reconoce que le han ofrecido hacer cartelería. Lo que es seguro es que aquel desfile de seres extraños también corrió por muchas de nuestras casas, aportando sus dosis de humor a una escena musical en plena efervescencia.
La canción
‘YO NO ME LLAMO JAVIER’. Unos arreglos de sintetizador y de baterías electrónicas bailables que suenan a exitosos grupos contemporáneos como Talking Heads o Devo son la moderna coartada para explicar una historia con el afilado humor de los Toreros. En este caso, un ejemplo de escapismo ante un embarazo embarazoso que Pablo Carbonell entona al estilo de un Robert Smith de The Cure pero con su perfil más expansivo.